“Education is the powerful weapon which we can
use to change the world”
Nelson Mandela
Nelson Mandela dijo alguna vez: "La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo".
En mi memoria no existen recuerdos de noches tranquilas en el pueblo. Los años noventa estuvieron abrazados con el manto de la zozobra y despertábamos con la inquietud de lo desconocido sobre qué nos pasará.
Si me preguntan qué es la paz,
tendré que responder no sé qué es. No la conozco.
Hoy, más de medio siglo
de conflicto, me pregunto si los colombianos estamos preparados para vivir en
paz y educar para la paz. Hace menos de un mes, las FARC iniciaron la dejación de armas, poco más de sus 6000 integrantes dejaron atrás la vida de guerrilleros para entrar a la legalidad. De este lado, no usamos armas pero nuestro lenguaje y comportamiento están cargados de violencia. Finalmente no tenemos otra referencia si somos nietos, hijos del conflicto.
Las aulas de clases no son escenario ajeno a esta realidad. Nuestra escuela sobrevive a un modelo retrógrado, formando -¿ o deformando?- profesionales, técnicos y tecnólogos a quiénes les negamos la posibilidad de ser libres porque deben escoger su campo de acción de acuerdo a lo que el mercado necesita, formados para ser empleados, a mostrar primero la universidad que los titula y luego quiénes son.
No es necesario tener un rifle, un revolver o un fusil para estar armado, para generar violencia. Cuando le negamos la posibilidad a alguien de superarse para mejorar su calidad de vida, se rompe con su humanidad y continuamos con la cadena.
¿Queremos paz? Empecemos por nosotros mismos, en las aulas de clases. La escuela y la vida real no se pueden separar. Los argumentos nos sobran para cerrar la página del conflicto, pero el compromiso no es claro, es escaso. Vemos la posibilidad de “paz” pero no la creemos.
Las aulas de clases no son escenario ajeno a esta realidad. Nuestra escuela sobrevive a un modelo retrógrado, formando -¿ o deformando?- profesionales, técnicos y tecnólogos a quiénes les negamos la posibilidad de ser libres porque deben escoger su campo de acción de acuerdo a lo que el mercado necesita, formados para ser empleados, a mostrar primero la universidad que los titula y luego quiénes son.
No es necesario tener un rifle, un revolver o un fusil para estar armado, para generar violencia. Cuando le negamos la posibilidad a alguien de superarse para mejorar su calidad de vida, se rompe con su humanidad y continuamos con la cadena.
¿Queremos paz? Empecemos por nosotros mismos, en las aulas de clases. La escuela y la vida real no se pueden separar. Los argumentos nos sobran para cerrar la página del conflicto, pero el compromiso no es claro, es escaso. Vemos la posibilidad de “paz” pero no la creemos.